No escupas al cielo que te caerá en la cara, reza un dicho popular. Cuando en el 2019 el entonces Presidente Vizcarra daba forma a su advertencia de disolver el Congreso, varios amigos que trabajan –o trabajaban-- en el sistema financiero –bancos, financieras, aseguradoras y AFP— aplaudían y apoyaban la posición del ex mandatario, sustentado en el argumento que los integrantes del Parlamento por disolver, eran “obstruccionistas”.
Hoy, cuando converso con algunos de ellos, les recuerdo que el tiro les salió por la culata, porque es precisamente el actual Congreso –y no el disuelto-- el que ha abierto el caño populista de la liberación permanente de los fondos de los afiliados para que sean usados libremente.
En medio de tremendos bombazos, las AFP lucen confundidas, más confundidas que antes, intentando defenderse de manera desordenada, sin una estrategia clara.
No es mi costumbre llorar sobre la leche derramada, pero debo decir que la situación crítica en la que actualmente se encuentran las AFP no es gratuita. Esta ha sido generada, a pulso, palmo a palmo, por las mismas Administradoras de Fondos de Pensiones, que no supieron –o no les interesó—ejecutar cambios estructurales en el manejo de los fondos con el fin de generar un beneficio mayor a los jubilados, y en la comunicación con todos sus públicos críticos: Afiliados, no afiliados, jubilados, autoridades, influenciadores, medios de comunicación, etc.
En lo que respecta a los cambios estructurales, estos debieron darse para lograr un objetivo fundamental: Que los jubilados, aún aquellos cuyos aportes fueron insuficientes, puedan obtener, por lo menos, una pensión mínima legal universal. Los cambios que se dieron desde la creación del sistema no han sido suficientes y, peor aún, para nada bien comunicados.
En el frente comunicacional, si bien las AFP han invertido históricamente una importante cantidad de dinero para tratar de dar a conocer los beneficios del sistema, es evidente que la estrategia ha estado, también históricamente, muy mal diseñada.
Hoy por hoy, la mayoría de peruanos piensa que las AFP han abusado y abusan de manera sistemática del pueblo peruano.
El nuevo Congreso y la pandemia han logrado que el camino para las AFP sea más complejo, con más clavos y piedras que nunca. Con muchos recursos económicos disponibles, las AFP están haciendo muy poco. Para muestra basta un botón: La última campaña de las administradoras se empecina en decirle a la opinión pública que el Congreso “está atentando contra el Sistema Privado de Pensiones”. Pregunto: ¿A alguien le puede importar un “sistema” al que considera abusivo y del cual ni siquiera se siente parte? A las personas no les interesa ese “sistema”; en una coyuntura como la actual al pueblo le interesa “su” dinero, “su” pensión, “su” seguro de vida o invalidez, “su” jubilación digna, mensajes completamente ausentes en la comunicación de las AFP.
El sistema no está destruido del todo, por lo que las AFP disponen de algún tiempo, aunque bastante corto pero muy valioso, para plantear una o dos modificaciones estructurales para el establecimiento de una pensión mínima universal (nadie que haya aportado al menos diez años al sistema debe recibir una pensión menor a dos RMV –entiéndase mediante subsidio estatal--) y cambiar su estrategia de comunicación para mejorar la percepción terriblemente negativa que hay sobre las AFP y su utilidad; ¿Cómo? Mostrando masivamente los casos de jubilados beneficiados, los beneficios reales de las coberturas por invalidez o muerte que han ayudado a muchas familias, los beneficios que implican tener una pensión “de por vida”, las rentabilidades ganadas a favor de los afiliados, etc.
Con todo respeto, mostrar a viejitos bailando en un club del adulto mayor es un buen esfuerzo, pero no es todo lo que un peruano que aporta casi el 13% de su sueldo espera de un sistema privado de pensiones.
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