La economía se mueve en base a expectativas. Cuando las personas y empresas avizoran un horizonte confiable, consumen, invierten y contratan. Cuando el futuro es incierto, no lo hacen, por más que tengan los recursos para hacerlo. Por esta sencilla razón, en un contexto de crisis sanitaria y recesión económica como el actual, los mensajes que generen confianza son fundamentales para crear expectativas positivas, aun cuando nos toque enfrentar medidas extremas como el confinamiento generalizado.
Llama la atención entonces, que en todos los mensajes del presidente Sagasti el ingrediente “Generación de Confianza” haya estado prácticamente ausente.
Si analizamos el más reciente discurso del Primer Mandatario, notaremos que careció de los highlights que la sociedad y los empresarios esperan, sobre todo para que podamos confiar en una reactivación responsable y necesaria que cree nuevos puestos de trabajo que cubran el déficit generado por la muerte masiva de emprendimientos.
Generar confianza en la población y en la comunidad empresarial es crucial en un país como el Perú, donde es muy difícil hacer negocios: Todo es cuesta arriba (y pese a ello, muchos peruanos logran superar todas las barreras que implican operar formalmente y con ética).
Deben saber el presidente Sagasti y su entorno, que cuando una empresa cierra, desaparecen puestos de trabajo que no se reabrirán jamás; y esto sucede por lo difícil que es recorrer nuevamente el tortuoso camino de la burocracia, los sobrecostos y el apetito tributario que solo exprime a un grupo de formales.
Al cerrar una empresa, los más perjudicados siempre son los trabajadores, quienes quedan desempleados, sin ingresos, sin seguro de salud, sin nada, pero sí con muchas cuentas por pagar a diario y con la única opción inmediata de insertarse en el circuito de la informalidad, pues las necesidades apremian. En cambio, los dueños de la empresa que cierra liquidarán los activos y evaluarán otras opciones de inversión, probablemente a largo plazo.
Además de un shock para alentar el consumo y la inversión pública, medidas como el confinamiento no pueden estar divorciadas de un plan de recuperación y atracción de la inversión, que incluya estímulos para la apertura de nuevos negocios, buenos y responsables, para alentar la creación de empleos y enfrentar a la informalidad. Ese mensaje de confianza que la sociedad y lo empresarios necesitan está peligrosamente ausente en los anuncios presidenciales.
Confiemos que en las próximas horas puedan sentarse en una mesa de coordinación el MEF, el BCR, la SBS y gremios empresariales para definir el plan de reactivación nacional que el país requiere para ayer y, sobre todo, que sea comunicado de inmediato como una buena dosis de confianza en una economía con fundamentos sólidos, capaz de emprender una reactivación bastante rápida. Estamos a tiempo.
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